Alto, enjuto, vestía un blusón manchego o chambra de paño gris, pantalones negros, gorrilla también gris y alpargatas. Llegaba cualquier día en la canoa y se sentaba en el Camino de la Playa, encima de un cajón, cántaro lleno de agua al lado, frente a una misteriosa casa invadida de lantanas y otras enredaderas.A sus pies, ponía un trapo destinado a recibir las monedas que le donaban mientras tocaba en su acordeón de teclas “Valencia” y más pasodobles incansablemente, amenizando el paseo de los bañistas que se dirigían al mar bajo la luz cegadora y las sombras danzantes de hojas de moreras sobre las losas de hormigón. Moreras que daban unos frutos, moras blancas o moradas, con aroma de hierbas y rezumantes de un almíbar muy dulce que, naturalmente, nos gustaba coger y comer. Para cogerlas utilizábamos distintas técnicas, cada cual más o menos trabajosa, arriesgada o eficaz. Arrojarles piedras period la más burda (por no decir la más burra) y, de todas, la menos efectiva. A continuación, estaba la de utilizar un palo suficientemente largo para hacerlas caer. No siempre teníamos un palo o no siempre era suficientemente largo. Al fin, la más expeditiva y provechosa era subirse al árbol y recolectarlas a mano, lo que tenía el inconveniente de que podía sorprenderte el policía municipal cuando estabas arriba.“Oliver Twist” y “Canción de Navidad”, de Charles Dickens, me dieron a conocer a los personajes de los avaros Fagin o Scrooge, con los que, llevado por estos chismes absurdos, identificaba al pobre acordeonista. Qué triste historia important había detrás de aquella melancólica existencia sólo Dios y él lo sabrían. Tanto les complació la estancia en mi casa que repitieron al año siguiente. Nací el 27 de Junio de 1937, en la villa de Bayarque (Almería). Vine a Barcelona en 1950, donde cursé estudios de Bachillerato (básico) pasando después por conmutación a Perito Mercantil ejerciendo como Jefe Administrativo en varias empresas y a los 58 años estando como Cajero-Contable General en la multinacional de Seguros alemana ALLIANZ-RAS, me plantearon, por reestructuración de personal, la jubilación anticipada con óptimas condiciones.
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El Elogio sentimental del acordeón es, sin ninguna duda, el fragmento más conocido de la obra de Baroja. AcordeónAcordionAcordionAcordionAcordionAcordeónAcordeón120 bajos de acordeónEl acordeón está cerradoMúsico tocando el acordeónDetalle en un acordeónDetalle en un acordeónAcordión aislada en blanco.Un acordeón tradicional. Hamburguesería y bocatería de referencia en el casco viejo de Huesca. El Festival Vallenato que se realiza anualmente en el municipio de El Paso fue llamado Festival Pedazo de Acordeón en honor a la composición. En sus interpretaciones usó interjecciones populares como ¡Oa!, ¡Hombe!, ¡Apa!, ¡Sabroooso!, y ¡Aaay!. En donde cultivó todos los ritmos vallenatos, la puya (Pedazo de Acordeón, entre otras), el paseo (La cachucha bacana, entre otras), el merengue (Maruja, entre otras), el son (Joselina Daza, Fidelina, entre otras) y la tambora (La candela viva).